MENOS MIEDO Y MÁS RESPONSABILIDAD SOCIAL, A SECAS Y DE VERDAD.

Responsabilidad Social Empresarial (RSE), Responsabilidad Social Corporativa (RSC)…. Nombres pomposos y grandilocuentes, casi del tamaño de las empresas que, con cheque en mano, intentan mejorar y dar valor a la marca. La idea, el concepto, no está nada mal, aunque apenas es aplicado por multinacionales, con directivos “ad hoc”, casi tan bien pagados como sus consejeros delegados. Pero, ¿por qué existe esa necesidad de mejorar la reputación de la empresa? ¿Es que el usuario, el consumidor, el cliente, valora esta dinámica en su proceso de compra? O… ¿Es que se hace algo mal o hay problemas de conciencia por parte de la multinacional?.

Y digo multinacionales porque creo que son las que han pervertido esa propia responsabilidad. Especialmente aquellas que hablan de mercado y de competencia pero apenas la tienen en su sector. Aquellas que privatizan ganancias y socializan las pérdidas. Estoy pensando, claro está, en el mercado financiero. Pero tampoco queda lejos el energético. Porque…¿qué empresa, en estos 6 años de crisis, ha subido el precio un 60%, aparte de las eléctricas?. Muchas, la gran mayoría, ni han podido actualizar el IPC y han tenido que bajar precios. No están en un mercado competitivo, y lo que es peor, han hecho un roto democrático, por los perversos efectos que estas conductas hacen al sufrimiento, dificultades y recortes generalizados para la inmensa mayoría.

Esta es una crisis sistémica ocasionada por un acelerón sin frenos de un capitalismo sin alma, de casino, que sigue más fuerte y bravucón tras cinco años largos de penurias para la gran mayoría, y donde el capital y las rentas que genera superan por primera vez –y a toda velocidad- a las rentas del trabajo. Por eso, porque no vamos bien, y porque hay que dar respuestas socialmente responsables, creo que es hora de que las empresas que merecen tal denominación, y los ciudadanos, la sociedad en general, repiensen el concepto actual de RSC, de RSE, de Responsabilidad Social, a secas y de de verdad.

Y puedes pensar, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?. Intentaré explicarlo. En la actual economía de mercado capitalista, una persona, de forma individual (desgraciadamente cada vez pensamos menos como colectivo y sin conciencia de clase, y así nos va) puede influir de 2 formas. La primera como factor de producción, aportando su trabajo. Y ya hemos dicho que es la que ha perdido terreno en estos últimos años, y cada vez más y más rápido. Cada vez vale menos, se valora menos y menos se quiere pagar y valorar nuestro trabajo, el factor trabajo en el proceso de producción: y así nos va. Y la otra, como factor de consumo, de compra. Como usuario, como cliente. Y ésta sí que es potente. Pero, ¿somos socialmente responsables? ¿Pensamos cómo puede estar fabricado, dónde, por quién y lo que repercute en nuestra sociedad esa compra?, ¿o pensamos solo en el precio?. ¿Pensamos, nosotros ciudadanos, también solo en el factor precio, que es lo mismo que ocurre a quien valora el factor trabajo?. Es cierto que la competencia es brutal (repito, donde hay mercado real), pero la brutalidad llegará al canibalismo como sigamos así. La competitividad que nos dictan hoy nos esclaviza mucho más que otra cosa.

¿Qué propuestas se pueden plantear, para combatir esta degradación de las personas y del valor de su trabajo, y que a la vez se cambie el enfoque empresarial de recortar y recortar salarios y derechos laborales?.

- Las personas, Tú y yo, como factor de consumo, casi única arma que tenemos en esta sociedad mercantilizada, deberíamos ser responsables socialmente cuando compramos: sabiendo a quién compramos, dónde produce y qué aporta socialmente la empresa.

- A la empresa, que haga RS de verdad, y a secas. Que no se quede como hasta ahora, en las fotos y artículos comprados a los medios, sino a los números, a las comparativas de coste de renta del trabajo sobre el total de producción y venta. Que dé valor de RSC y RSE a todas las mejoras que aporte a sus trabajadores, aparte de los mínimos legales que van cuesta abajo y sin frenos. Que abandere este valor y no el del miedo a ser “mordido” por el mercado. Porque es lo que casi en exclusiva se utiliza, el miedo. Miedo a la pérdida de competitividad por los altos costes salariales, miedo a perderlo todo, miedo a la deslocalización, miedo, miedo, miedo.

Que dé valor a que sus beneficios son invertidos de nuevo en la empresa casi en su totalidad, justo lo contrario de lo que hacen las grandes multinacionales donde solo se busca el beneficio rápido y reparto de dividendos aún más rápido. Y que una parte de esos beneficios revierta en valorar y mejorar ese factor trabajo. Porque si así fuera, la inmensa mayoría de sus trabajadores estarían dispuestos a asumir que, en caso de ir la empresa realmente mal, de disminuir drásticamente los beneficios o incluso entrar en pérdidas, ellos estarían dispuestos a asumir la parte que les pudiera corresponder, vía reducción de esas mejoras mantenidas y mejoradas cuando los números van bien, como afortunadamente es ahora en muchos casos que tenemos en mente.

Por supuesto, habría que modificar y darle rango legal, de forma muy clara, a estos factores de la Responsabilidad Social, bajo tres pilares fundamentales:

1º) El factor trabajo, el peso de la masa salarial. Primar, incluso fiscalmente, a quien más recursos de un sector destina a mantener, mejorar y aumentar las condiciones laborales, económicas y sociales de sus trabajadores. Llevamos 30 años donde las multinacionales, cuando despiden a trabajadores, se disparan en bolsa. Y así nos ha ido y nos va.

2º) La inversión en I+D+I –que es básicamente personal asalariado cualificado-. Y que debe ser la gran fuente de competitividad. Primar a quien no despide, a quien contrata e invierte en investigadores y desarrolladores de proyectos innovadores.

3º) El respeto medioambiental.

Estos y por este orden, deberían ser, desde mi punto de vista, los pilares de la medición en Responsabilidad Social. Con sus incentivos y repercusiones fiscales. Que no quede todo en una montaña de marketing a base de talonario como es en la mayoría de los casos. Sino de números, cuantificables y comparables, a través de registros públicos auditados. Y que esos datos, para aquella empresa que le sean favorables, los pueda utilizar como argumento de venta. Y los ciudadanos, vestidos de consumidores y usuarios, la utilicen como potente argumento de compra.

Por eso, me gustaría más audacia y valentía que recurso al miedo. Por eso me gustaría que se apostara, desde las personas, pero sobre todo desde la empresa, por menos recurso al miedo y por más Responsabilidad Social, a secas y de verdad.



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