Lucía y el 1º de Mayo.

El pasado martes día 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, y por ende de todos los trabajadores, estuve de boda, de “tiros largos”, como decimos por aquí.
Ese día se casaba, en el precioso escenario del Monasterio de los Jerónimos de Guadalupe, un querido amigo de la casa, mío y de mi mujer, un querido amigo de todos los que le rodean y conocen: se casó Juanjo, el fiel escudero con el que hemos compartido los últimos ocho años en el trabajo, en nuestro trabajo en Tribulex Asesores.
Se casaba con una excelente chica, de Murcia, llamada María. Buena hermana de sus tres hermanas y mejor hija de sus padres, a los que tuve el placer y gusto de conocer este día, después de tanto escuchar por parte de Juanjo los consejos profesionales que, el que ya es su suegro, le daba.
María es una chica dulce, sencilla, culta, con inquietudes de mejora, con personalidad, y que en su caso ha roto el tópico de que el novio ha de ir a vivir al pueblo de la novia. En este caso, María, de la capital, se va a vivir a Alhama, el pueblo de su novio. Es un aspecto que, teniendo en cuenta que ella también trabaja en Murcia, le he reconocido a ella personalmente el esfuerzo que seguro le ha supuesto tal decisión, y que también aquí me permito la licencia de hacerlo. Ha tenido en cuenta aspectos también laborales del que ya es su marido; y otros, familiares, más importantes, que no hacen sino acrecentar su figura y estima por todos los que “nos beneficiamos” de la cercanía de ambos, de que “se queden” en Alhama.
A los novios, todos los presentes les vimos muy tranquilos, felices y radiantes. Espero y deseo que esa llama de felicidad no se les apague nunca, y que todos los que allí estuvimos lo podamos ver y compartir con ellos. Ambos se merecen eso y más.
Indiscutiblemente que los novios, pero especialmente la Novia, como no podía ser de otra forma, fueron los protagonistas de un día inolvidable, un día que marcará las dos terceras partes de sus vidas, las dos que les quedan por disfrutar.
Pero este artículo, aparte de ser una dedicatoria para María y Juanjo -que estarán en estos momentos tomándose el quinto o décimo Mojito en alguna Playa de la Riviera Maya-, va dedicado a una MUJER con mayúsculas, a una luchadora, a una sufridora silenciosa, a una trabajadora incansable, a una mujer sencilla y humilde, a una madre, la madre de mi querido amigo Juanjo: LUCIA EGEA.
Me apresuro a escribir en este blog que posiblemente haya sido el día más emotivo y lleno de sensaciones para LUCÍA. Hace no mucho tiempo se casó su hija mayor, Isabel, con el entrañable y mejor persona Mateo Clares. Seguro que fue un día muy feliz para Lucía, pero este pasado 1 de mayo se casó su NENE, su Juanjo, su crío del alma, su ojo derecho. LUCÍA estaba espléndida, muy guapa, y lo más importante: muy feliz.
Nacida un 3 de junio de 1945, en la entonces pobre tierra de Puerto Lumbreras, no tuvo que pasarlo muy bien de moza. Sufrió la formación obligatoria de entonces, la de la emigración a la vendimia y “poma” francesa. Retornó a la tierra de su marido con él, a Alhama de Murcia, en busca de un futuro mejor para sus hijos Isabel y Juanjo, a hacerse una casa soñada, y a intentar montar un negocio de venta de productos artesanales junto a la casa, en el solar que daba a la General, junto a la fábrica de Elpozo. Ese negocio habría sido la culminación de ese espíritu comercial fenicio que le corre a Lucía por las venas. Pero cuando parecía que tanto esfuerzo y sacrificio iban a comenzar a dar sus frutos, esa enfermedad a la que no encontramos cura llamada cáncer, se lleva por delante a su marido, en 1992, cuando nuestro querido Juanjo contaba con 13 años, e Isabel con 22, estudiando en la Universidad. En ese momento, con los dos críos estudiando, con una pensión que supongo no pasaría de las 30.000 pesetas, más con el trabajo de jornalera en Agrifusa, y con los ratos de cultivo del parral los fines de semana, Lucía sacó lo mejor del espíritu humano para entregarse a la tarea de dar la mejor herencia que una madre puede dar a sus hijos: educación y formación. Educación a través de valores como la sencillez, la honradez, el trabajo, la humildad; y formación instando a que ambos hijos tuvieran una carrera universitaria.
¡Qué gran ejemplo para todos -para sus hijos principalmente, pero también para tantas mujeres y hombres de hoy como pueda ser mi caso, que nos pensamos que somos unos desgraciados porque no tenemos ésta o aquella simple cosa material-, qué gran ejemplo!.
Mujeres como Lucía, que tanto han pasado en la vida, que tantas carencias de todo tipo han tenido, pero que nunca han levantado la voz ni hecho un mal gesto con las adversidades, que tuvieron que emigrar para conseguir unas perricas e intentar darle un futuro mejor a sus hijos, mujeres como ella, repito, son las que han sido la base del progreso que hemos tenido los últimos años: su inversión constante en el pasado, a base de sacrificios, ha dado sus frutos en la mejora y calidad de vida que pueden hoy disfrutar sus hijos.
Mujeres, como Lucía, -y no los Planes de Desarrollo de los Tecnócratas, ni los Pactos de la Moncloa de los demócratas, ni los políticos de turno, ni tan siquiera nuestra generación, miembros de la primera generación totalmente alfabetizada y escolarizada- han hecho posible que este país llamado España y esta Región de Murcia hayan tenido los progresos de los últimos 25 años. Ellas, con palicos y cañicas, deben ser siempre una referencia.
Mujeres como ella, de esas con más de 50 años las que tanto abundan en nuestra tierra, son las que necesitan de nuestro respeto, admiración y de que las tengamos como ejemplos a seguir, para saber siempre de dónde venimos y hacia dónde vamos.
¿Puede merecerse alguien más que Lucía, el que fuera este 1º de Mayo, Día Internacional del Trabajo, la protagonista de ocupar mi escaso tiempo para escribir en este blog?
¿Puede merecerse alguien más que Lucía, el día que se casó su nene, que se le diga públicamente -con sentimiento, con franqueza, desde el corazón- lo guapa y radiante que estaba, siendo tan callada, sencilla y humilde como siempre ha sido?.
¿Puede merecerse alguien más que Lucía el premio a la figura de palicos y cañicas de esta semana con este comentario?
A todas las preguntas respondo que nadie se lo merece más.
Doy gracias a Dios por haberla conocido una mañana de junio, hace ya casi diez años, cuando fue a hacer la Renta a Asesoría Lafis, -donde estábamos forjando los cimientos de Tribulex-, y le comentó a Lali si tenía sitio para que hiciera prácticas su nene, su Juanjo, mientras él se escondía detrás de ella, por aquello de la vergüenza. Doy gracias a Dios por darme la visión de poder detenerme a valorar la conducta de personas como Lucía, repletas de valores y virtudes, que son las únicas que pueden llevarnos a la felicidad verdadera, a llevar una vida digna y que sea ejemplo a su vez para nuestros hijos.
Doy gracias a Dios, por haber conocido y trabajado con Juanjo; y que éste conociera a María, y que se enamoraran, y que decidieran vivir muy cerca de ella, y se casaran el 1º de Mayo, y que nos invitaran a comer en el Casón de la Vega, y sobre todo que pudiera abrir la barra libre tomándome un Gin-Tonic con Lucía, la madre del nene, la protagonista necesaria y justa de mi tercer artículo de mi “palicos y cañicas”.
Gracias a Dios, y a tí, LUCÍA.

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